Team "Todo lo que tenga piernas!"

lunes, 31 de enero de 2011

Entre la verdad y el amor- Capitulo 23- De ahora en adelante voy a necesitar un acha o un buen revolver.

jajaja, hola, que tal>?
heyyy, encerio, se que tardo mucho y lo siento, pero por fiii, comente, por fiii, por fiiiii
Va dedicado a Teles y a mi mama Leda!!!!

El camino de regreso a casa se me hizo eterno. No solo fue la persistente migraña que me acompaño desde el segundo en el que me subí al auto, sino el echo de que estaba tan ansiosa por ver a Jake, y sabía de sobra que faltaban varias horas para eso, pero por alguna razón, sentía que si llegaba antes, Jake vendría antes. Incluso, mas de una ves, voltee sobre mi misma, -sentada en el asiento delantero junto a Jasper- para asegurarme de que el no nos seguía en su forma de lobo. Y aun que en ningún momento se lo haya dicho a Jasper, estaba segura de que sabía por que me daba vuelta tan seguido, y prefirió guardar un respetuoso silicio, el cual le agradecí. Lo único que me faltaba era que me tratara de loca.


- Déjame aquí- le dije en cuanto se detuvo frente a un semáforo en rojo, a 3 calles de mi casa.

- Estamos muy cerca, no me molesta llevarte hasta la puerta- dijo con displicencia

- Si, y te lo agradezco pero mi mama me pidió que comprara pan antes de llegar a casa- el asintió. Tal vez por que sabía mejor que yo, cual era el motivo que tenía para bajarme antes, además de el de hacer un recado para mi mamá. Necesitaba un momento sola, para despejarme. Aclarar las ideas y calmarme.

En cuanto el semáforo se puso en verde, avanzo un par de metros hasta la acera y me dejo bajarme.

- Gracias- le sonreí con ternura y el me devolvió el gesto

- Te llamaré en la noche- prometió, asentí y luego cerré la puerta. A mi espalda oí el motor acelerar y no tuve que voltear para darme cuenta cerciorarme de que Jasper ya había desaparecido.

- Ok- me dije a mi misma en un suspiro. Ya había aceptado que faltaban varias horas para ver de nuevo a Jake y ya me sentía deprimida.

Suspire con desgana, y pensé que en cuanto llegara a casa me encerraría en mi habitación. Tal ves dejaría una pizza en el horno y luego diría que estaba enferma para poder estar tranquila el resto de la tarde, y sumergirme en mi mundo de guerreros inmortales, diosas-perras, demonios adolescentes, humanos que se transforman en animales y viceversa.

Si, eso sería lo mejor.

Empecé a caminar hacía la panadería, tarareando “Love the way you lie”

- ¿Puedes creer que sea tan puta?- me pare en seco y abrí los ojos a mas no poder

- Si, chupársela a uno de los Cullen. Parece que la verga del negro de la Push no es suficiente para ella- dijo una vos aguda en un marcado acento latino. Me di vuelta mecánicamente, las voces sonaban muy familiares. Pero temía que fueran quienes yo pensaba.

Entonces, cuando me di vuelta completamente las vi, las dos perras más grandes del mundo.

Rocío y María. Ambas, mirándome con esas malditas sonrisitas burlonas.

Vestían ambas camisetas de mangas cortas de color negro y jeans rotos. María, la morena parecía querer escupirme, mientras que Rocío, la rubia estaba esperando que lo hiciera. Me di la vuelta, decidida a ignorarlas, y llegar a casa. Podía comprar pan en otro lado.

- ¿A dónde vas putita?

- Si, aun que no te dejemos chapárnosla, no quieres quedarte a charlar con tus mejores amigas- Oh, si, ahora estaban apunto de ganarse una buena patada. Restregando que, en un tiempo habían sido lo mas importante del mundo para mi.

- Jódanse- musite, y trate de seguir caminando, pero en cuanto di el primer sentí una fuerte punzada en la cabeza, lo que sientes cuando alguien te jala del cabello. Solté un alarido de dolor mientras, Rocío, me daba la vuelta sin soltarme.

- ¿Quién te crees que sos puta de mierda?- gruño la rubia, la miré con fuego y trate de zafarme de su agarre e irme. No solo por que no era una buena idea pelearme en la vía publica, estando las cosas como estaban, sino por que mi migraña estaba empeorando a cada segundo.

Le respondí en el mismo español – que habíamos utilizado toda la vida, hasta que me acostumbre al acento yankee-

- Soltame vos, puta de mierda. Oh te bajo todos los dientes- algo frío y metálico me golpeo la cabeza. Supuse que fue el tuvo que María sostenía entre sus manos. Me doble sobre mi misma, y luego Rocío me dio un certero rodillazo en la boca del estómago. Jadee en busca de aire y supe que no me iban a dejar ir. Así que antes de que me golpearan de nuevo con el tuvo, me erguí – como pude- y le lance un puñetazo a Rocío en la mandíbula. La aludida se sujeto con ambas manos en rostro en lo que me preparaba para darle uno a María que apuntaba el tubo metálico hacia mi.

Rápidamente la golpe en la nariz, lo mas fuerte que pude, incluso creí que se la había roto por que empezó a sangrar mucho.

El dolor, la adrenalina, y el miedo no de dejaron pensar.

Lo único que sabía con certeza que tenía que defenderme y escapar.

A mi mente acudían todos los relatos de la época en que las mujeres que me golpeaban solían ser mis amigas y yo hubiera dado gustosa mi vida por ellas, las veces que me habían relatados sus peleas. Nunca perdieron ninguna, y no por que fueran precisamente justas con sus adversarios.

Navajas, palancas metálicas, nudillos de acero, e incluso, algunas veces pistolas.

Por eso mismo debía escapar. No iba a dejar que me mataran esas dos malditas.

La gente empezaba a aglomerarse a nuestro alrededor. Todos gritaban, algunos vitoreaban, otros, varios más, gritaban asustados. Algunos amenazaban con llamar a la policía. Pero ninguno hacía nada por detenernos.

María se recupero y tomo el tuvo dándome en la espalda en lo que trataba de empezar a irme, grite de dolor, aun que no sentí como si se rompiera ningún hueso, pero dolió como si hubiera sido así. Rocío, me grito algún insulto que no alcancé a oír y me pateo la cabeza. Ahora sentí como latía el lugar donde me había golpeado y la boca me sabía a sangre.

Una mujer de nuestra audiencia grito aterrada. No hicimos amago de detenernos.

Salte sobre Rocío, ignorando el dolor de todo mi cuerpo y le di un codazo en las costillas mientras pateaba a María en las manos, haciendo que soltara el tubo.

Ambas me gritaron, pero las ignore y continuo golpeándolas, y ellas a mi.

Podía sentir cada golpe mas fuerte que el anterior, pero los míos no se hacían esperar.

Llego un momento en el que todo parecía estar teñido de sangre, tanto la ropa de mis agresoras, como la mira. Sentía la cara húmeda, tanto debajo de la nariz, como la cabeza y la barbilla.

Entonces, un hombre mayor, vino hacia nosotras acompañado de dos policías, María y Rocío los vieron y sus ojos asustados se buscaron entre si. Y decidieron empezar a huir, pero dos oficiales las sujetaron.

Otro mas, me tomo las manos bruscamente y me llevo contra una patrulla que había llegado de la nada, y sin consideración por mis heridas, me empujo contra el auto y me reviso las piernas, el torso, y los brazos en busca de armas. Al comprobar que no tenía ninguna, me esposo. Espero a sus compañeros que venía sujetando a mis atacantes, las cuales gritaban y se retorcían como fieras. Proclamando que ellas no tenían nada que ver, que yo las había provocado, e incluso que tenía una navaja escondida.

Las esposaron y empezaron a subirnos a diferentes patrullas, cuando vi de soslayo como Jack Wilheer, el hijo del panadero, Angus Wilheer apareció gritando, apenas podía oírlo, ya que sentía que en cualquier momento perdería el conocimiento. No se de donde había salido, pero de una manera me sentí a salvo

- Oficial, suelte a esa chica- intervino casi sobre el oficial

- Señor, atrás, nos ocuparemos de esto- le advirtió, enseñándole tenuemente el arma. Luego una mujer apareció chillando

- ¡Esa niña es inocente!

- Si- dijo Jack- Aquellas- señalo hacía María y Rocío con desprecio- la atacaron sin motivo, luego de insultarla, la golpearon con un tubo de metal- la mujer histérica asintió

- Si, ¡Oh dios! Pobre criatura, suelte a esa niña- de pronto, toda la gente que miraba la pelea se acercó a abogar en mi defensa. Y me hubiera sentido realmente alagada y orgullosa de no ser por que el dolor que sentía en todo mi cuerpo no me dejaba hablar. Todo latía, dolía, no podía mantenerme en pie, y veía como la sangre formaba un charquito pequeño cerca de mi cara.

El oficial me miro y luego desato las esposas

- Lo lamento señorita- se disculpo y me ayudo a levantarme. Rápidamente Jack me sujeto entre sus brazos cuando vio que no estaba muy firme.

Luego de eso, todo lo que oí fue como gritaban Rocío y María que esas eran todas mentiras, y todo se volvió negro.

La cabeza me latía mucho, la migraña me había despertado.

Mire apenas hacia arriba y vi que estaba en mi cuarto. Mi padre estaba sentado en una silla junto a mi cama con una de sus grandes manos sobre la mía que sobre salía de las sabanas.

Me levante suavemente, con cuidado de no empeorar el dolor que se desato por todo mi cuerpo.

Mi cuarto estaba regado de gasas, algodones, y un par de botellas de desinfectante, alcohol y sobre la mesilla de noche habían dos pastillas. Las reconocí al instante, una era un Tylenol, y la otra una aspirina.

No me costo adivinar lo que había pasado. El dolor tampoco me dio mucha chance de pasarlo por alto.

Me estire un poco y solté un pequeño quejido que hizo que mi padre se despertara.

Miro hacia los lados un poco adormilado, y en cuanto su vista se fijo en mi, vi una emoción que me hizo desear poder llamarlo en voz alta “papá”. Amor, preocupación, ternura, interés.

- Hola bebe- dijo tiernamente en un bajo tono de voz, tal ves intuía mi persistente migraña. Se acerco lentamente hacía mi, y me dio un calido beso en la frente, luego sentí como sus brazos me rodearon con cuidado de no lastimarme- Esas pequeñas brujas- escupió con desprecio, luego cambio de tema- ¿te duele algo?- se alejo de mi con cuidado y me examino con la vista. Todo estaba bien y en su lugar, o al menos, eso pensaba yo en mi cama luego de una golpiza.

Papa estiro su brazo para acariciarme el pómulo izquierdo con suavidad y el solo rose de su pulgar me hizo arder la piel maltratada. No me cabía duda de que por su mirada preocupada debía tener un buen moretón de un lindo tono azulado que empeoraría antes de mejorar.

- Estoy bien papi- le tranquilice, e incluso me sorprendí a mi misma de llamarlo “papi. El lejos de sentirse satisfecho con aquella vil mentira me sonrío tiernamente

- Eres una Vázquez, no solo somos duros de cabeza, también somos los mejores peleadores. Y por lo que me dijeron los vecinos y la policía les diste una buena paliza a esas dos perras

- ¡Alan!- chilló mi madre con tono de reproche, entraba por la puerta vistiendo un albornoz azul marino y la cabeza calva cubierta con una pañoleta blanca floreada. Traía en una mano una charola con comida, y del otro lado mi hermano Jackson la ayudaba a cargarla- No la incentives- luego me miro, su enojo no le duro ni un segundo. Soltó la charola y, afortunada mente Jackson, tambaleándose la sujeto antes de que todo se cayera al piso y ella corrió hasta mi para abrazarme con mucha menos delicadeza que papa, tal ves por la emoción.

- Oh- lloriqueo- mi pobre bebe, mi niña, que te han hecho, mi Annie. Mi dulce bebe-

- Hey, ma.- interviniendo Jackson a su pequeño ataque de histeria materna, en su vos se oía un leve tono celoso debido a toda la atención que me prestaban, pero también podía ver que estaba preocupado por mi, aun que tratara de disimularlo- si no puede defenderse de dos principiantes merece desangrarse- mis padres, iracundos voltearon a verlo como si fueron a fulminarlo por su comentario estúpido y despiadadamente - bueno, aun que tengo que admitir que les dio pelea. Tendrías que haber usado la doble al riñón que te enseñe- me reprocho sonriendo divertido.

- Lo recordare para la próxima- ambos reímos entre dientes y rápidamente me arrepentí y puso una mueca de dolor. Mi mama revoloteo nerviosa a mi alrededor

- Amor, ¿Qué te duele? ¿Qué podemos hacer por ti?

- Nada, mami- la tranquilice, pero ella estuvo lejos de quedar satisfecha ya que aun me miraba con preocupación- ¿Qué paso con ellas?- inquirí. Mi padre respondió con suficiencia

- Hice que la policía se encargara de ellas- abrí los ojos como platos y trague en seco. Oh, dios, si el se había encargado lo mas probable es que ahora estuvieran s 3 metros bajo tierra.

- No me mires así- dijo molesto por mi cara de pánico- pasaran un tiempito en la cárcel hasta que se ponga una fianza- sonrío otra vez- nadie toca a mis hijos sin pagar el precio- los tres, mi mama, Jackson y yo pusimos mala cara por el mal chiste.

- Bueno- intervino mama pasando a otro tema- ahora todo lo que Annie debe hacer es descansar- declaro mi madre. Con un simple gesto hizo que los hombres la ayudaran a levantarse y antes de marcharse me dijo cariñosamente- si necesitas algo, lo que sea, no importa que tan insignificante pueda ser, solo llámanos y cualquiera de nosotros vendremos- mi padre y mi hermano asintieron como rectificando lo que acababa de decir- ¿Bien?- asentí con una leve sonrisa, luego, los tres se retiraron.

- ¡Un minuto!- exclamo Jackson y volvió a entrar en mi cuarto- te tengo un regalito para que te mejores mas rápido- dijo sonriendo pícaramente. Me hizo una seña de que los esperara y salio de la habitación y por sus pasos supuse que fue a su cuarto, y por la rapidez con la que iba supuse que lo que me traía no era un “regalo” del agrado de mis padres. O, mas probablemente, algo ilegal.

Suspire, me iba a meter en un lío seguro, pero no quería frustrar su ataque de amabilidad fraternal. Además, no por que sea ilegal significa que sea algo malo. Así solía decir.

Volvió en menos de un segundo sosteniendo una bolsa de papel de supermercado y cerro discretamente la puerta no sin antes asegurarse de que no lo estuvieran viendo. Luego se volteo hacía mi con un brillo en los ojos.

- ¡Feliz cumpleaños adelantado!- exclamo silenciosamente, y me acerco la bolsa- Ya sabes como es ¿no?- puse los ojos en blanco y asentí.

- Si me preguntan- recité- No me lo diste tu, la culpa la tiene menganito, tu no estabas, ni tampoco se nada de nada-

- Ok- dijo complacido, y me tendió la bolsa. Lentamente la abrí y entonces casi me desmayo. Dentro había una flamante Playstation 3 y junto a ella una versión original de una de mis sagas favoritas de videojuegos “estúpidos y violentos” como diría mi madre. Residen Evil 5

- ¡Ah!- chille alegre. Mi hermano me dio un golpe seco en la nuca.

- ¡Shh!- sus ojos aterrados me hicieron caer de mi euforia.

Si, siempre había querido una consola de video juegos, y nunca teníamos suficiente dinero para una. Lo que me hacía suponer que seguramente la PS3 no era legal-

- ¿De donde la sacaste? - Inquirí ahora molesta

- Choreada (en la jerga común latina significa “robada”)- susurró. Le bufé y el puso los ojos en blanco.

- ¿No fuiste tu la que dijo eso de “La intención es lo que cuenta”?- si claro. Entorne lo ojos sarcástica

- ¿Tu intención es que pase la noche en la prisión?- el soltó una risotada como si le hubiera contado un chiste

- Si, si. Seguramente te darán mi celda de siempre, solo ignora los pósters Playboy y recuerda no dejar comida en el suelo, de lo contrario, Rodney, la rata y toda su familia te harán una visita- Me estremecí de terror al pensar en aquel espantoso escenario- Jackson sonrío complacido, como si hacerme temblar de miedo, estando toda magullada fuera un logro importante- Bueno, los dejo para que se conozcan- me guió un ojo y luego se marcho- Una cosa mas- antes de cerrar mi puerta, volvió a mi cama y tomo la PS3 y en un gesto de desmedida consideración por mis heridas instalo la consola en mi destartalada teve y me dejo el mando del juego sobre las piernas- suerte- y luego se fue.

- Ok, - me sentía como un preso en el día de su ejecución cuando le dan todo lo que quiere. Si, ya se, era una versión exagerada ya que yo no iba a morir ni estaba en prisión, pero si mi madre se enteraba de que tenía cosas robadas probablemente acabaría con varios huesos rotos.

Pero, seducida como estaba por los increíbles gráficos y los zombis monstruosos, decidí ser indulgente con mi hermano.

Después de todo, esta oleada de atenciones acabaría tarde o temprano y mas me valía disfrutarla mientras pudiera.

Varias horas mas tarde, luego de muchas pastillas de Tylenol, aspirinas para la migraña, llamadas histéricas de Alice y Jasper, y por supuesto de todos los Cullen y otros de mis allegados paranormales y humanos, y por supuesto 11 muertes y 4 capítulos de residente vil, la tan esperada noche llegó.

No podía decir que pude sentarme y relajarme, ya que, obviamente mi mama entro unas 20 veces a revisar si me encontraba bien, y ni todos “estoy bien, mama, enserio” del mundo pudieron aplacarla. También gracias a su interminable paranoia tuve que levantarme las 20 veces a esconder la PS3 y apagar la teve y tragarme todos mis quejidos para no levantar sospechas.

Luego, mi papa, entro otras 9 veces con el teléfono con llamadas de todas las personas que, quien sabe como lograron enterarse de la pelea, y al final decidió dejarlo sobre mi mesilla- ¡Mi tía Leda lo sabía! ¡Y estaba en España!

Por supuesto que los Cullen fueron los mas insistentes de todos. Luego de hablar por teléfono con ellos juro que mi oído estaba todo rojo e inflamado. Y no por que precisamente me hubieran golpeado allí.

La segunda tanda de llamadas interminables provino de la Push. Billy, como una vieja comadrona, se encargo de correr la vos a todos y cada uno de los habitantes de la reserva.

Había recibido llamadas de Sue Clearwater, del señor Quil, de Quil, la mama de Embry, luego de Embry, de Claire y su mama, de Emily y Sam, Colin y Brandy, Poul, Rachel, Rebeca. Incluso Leah.

Pero en mi ranking de las llamadas innecesarias, largas y aburridas, los tres primeros puestos indiscutibles los ubicaban: En tercer lugar Jasper y Alice, en segundo Billy y en primero… ¡Jacob! Así es, Jake, en el segundo que se entero de la pelea, estaba segura de que había corrido a toda velocidad a llamarme, probablemente estaría desnudo, por que hoy debía patrullar. Y debo admitir que secretamente me reía de ello, incluso pensaba que era capas de robar un teléfono a algún campista en medio e su desesperación.

Aun que me extraño que no se apareciera con toda su inmensidad para llevarme a la clínica mayo.

El caso es que la llamada de Jake fue la mas larga, y era mucho decir. Estaba segura de que por lo menos me tuvo al teléfono dos horas.

En cuanto oí como la ultima puerta y luz de la casa era apagada o cerrada, no puedo describir la oleada de alivio que me recorrió desde la punta de los pies hasta el último cabello de mi cabeza.

Al fin. Pensé aliviada. No mas intrusos. Ya no mas llamados, por que durante la noche mi padre desconectaba el teléfono. ¿Por que? Quien sabe, jamás lo había necesitado por lo que no pregunte, pero siempre me aseguraba de cerrar bien todas las ventanas y puertas (salvo en este caso) y tener mi teléfono celular (el cual también estaba sufriendo una sobredosis de mensajes) con minutos como para llamar a la policía.

Solo paz y silencio.

¿Quién diría que, que te presten atención podía resultar tan extenuante? Tal ves es solo la falta de costumbre. ¿Todas las hijas problemáticas pasarían por esto? ¿O sus padres estarían tan acostumbrados a sus peleas que ya no les importaba? Mierda, las envidiaba.

Me acomode en la cama. Solo unos minutos de sueño, solo eso. Pensaba.

Las bisagras de la ventana crujieron.

- Mierda- gruí entre dientes, aun sin abrir los ojos. Lo había olvidado por completo.

- Shh- se oyó en medio de la oscuridad. La ventana se cerro suavemente- Duerme, no quería despertarte- sentí como se inclinaba para besarme la frente con sus calidos labios. Sonreí. No podía simplemente dormirme con Jake ahí. Ya podía ver su rostro preocupado a pesar de tener los ojos cerrados.

- No- musite, mientras abría los parpados y me topaba con su enorme y hermosa humanidad inclinada junto a mi cama. Con los hombros tensos y la mirada perdida en mi. Buscando atentamente cualquier signo de incomodidad. No pude evitar sentir aquella ternura que me embargaba cada ves que el se tornaba así de protector con migo.- Tranquilo, no me voy a romper- musite, extendí la mano que descansaba debajo de las sabanas y acaricie su rostro, el cerro los ojos disfrutando de la caricia, rotando la cabeza para seguir le movimiento de mi mano.

- No, claro que no te vas a romper… pero cuando atrape a esas perras yo les voy a romper el pezcueso- gruño fúrico.

- No es…

- Si que lo es, no dejare que nadie, absolutamente nadie, vuelva a tocarte jamás

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